Como lo leéis. El sábado, andando yo dudoso de la vida y preguntándome el sentido de la existencia cuántica la vi. Allí estaba, en el escaparate y a la vista de todo el mundo que aceptara pagar su precio, mirándome, atrayéndome con su seductora promesa de una jugabilidad diferente gracias a su mando innovador. Es cierto, me sentía receloso ante su compra, pues la consola estaba realmente cara y no terminaba de convencerme su compra, dado que la crisis, las rebajas de steam y la incipiente navidad ocupan gran parte de mis futuros gastos. Aún así, finalmente la tentación me pudo y, en un brote de lujuria videojueguil, la cogí.
¡Tadá! Una Wii retrocompatible con Game Cube nuevecita. Es cierto, los 150 leretes que pedían por ella se me antojaban excesivos, pero a la vista de que mi opción B era tirar de segunda mano y que el juego de Inazuma Eleven sirve como regalo de navidad para mi primo... ¡el negocio (casi) perfecto!
Mírala ahí, toda mona con su jueguico de la Game cube (Sonic Adventure 2 Battle, por si alguien tiene curiosidad).
Ahora toca pasarse las cosas que desaparecieron con la consola (véase Mario Kart y Brawl) y aprovechar que vuelvo a tener consola de nintendo. ¿Que os pensásteis que era la Wii U? Sí hombre, ni loco pago yo 350€ por eso teniendo tropecientos juegos de Wii y GC a mitas desde que me robaron mi vieja blanquita.
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