Seymour en realidad es un personaje muy complejo, pero su trama está muy bien disimulada, todo al estilo Dark Souls y JAJAJAJAJAJA. No, en realidad está contada como el culo, y como somos así de majos hoy os explicaremos qué es lo que realmente pasa.
OBVIAMENTE, AVISO DE
SPOILERS DE FINAL FANTASY X
Y BLA BLA BLA.
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Seymour es un señor con una barriga muy rara que aparece en un partido de waterpolo con su mascota que llora sangre. Nos salva de unos monstruos muy feos y todos contentos. Luego resulta que es un venerable, algo así como el Papa de Yevon, después sale con que se quiere casar con Yuna, al poco se activa su modo traidor y de aquí al final de juego muere y resucita y muere y resucita (y muere y resucita otras dos veces (y muere una vez más (ésta de verdad (hasta la secuela)))). Esto es lo que el jugador medio sacará en claro de este personaje, que se quedará como un jefe recurrente con una excusa inconsistente detrás. Pero... ¿Es esto todo lo que aporta Seymour? ¿No hay nada más en este personaje?
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¡No, no hay nada más, así que el resto de la entrada serán shopeos de Seymour!
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Es broma (más o menos).
En realidad, el trasfondo de Seymour es no solo interesantísimo sino un vivo reflejo de la perpetua presencia de la muerte en Spira. Quizás lo mejor sea situar un poco a los propios guado, la raza de Seymour, en todo este asunto. Los guado son, por encima de todo, un pueblo muy cerrado, algo que notamos desde que entramos en su territorio, monstrándose desagradables con los forasteros. El caso es que no solo son todo menos abiertos, sino que su cultura se desarrolla alrededor de la muerte y, lo que es más importante, de la presencia del pasado en el presente. ¿Recordáis el Etéreo? Es el espacio donde los espíritus confluyen, donde los lucilos se reúnen y toman la forma de los muertos, manteniéndose así dentro de la vida de los demás. El Etéreo está, como todos sabemos, en Guadosalam, la ciudad guado, y por ello el pasado ligado a la muerte cobra tanta o más importancia que el presente y el exterior. ¿En resumen? Una sociedad estática que vive entre los muertos ajena a los cambios del exterior.
Ahora, los padres de Seymour. Su padre, Jyscal, era el líder de los guado y quien esparció las enseñanzas de Yevon entre ellos. Su madre... Bueno, su madre era humana. Es obvio que el matrimonio entre el líder guado y una humana armó revuelo entre ellos. ¿Cómo iba un pueblo hermético basado en la autocracia a aceptar una "reina" humana? Oh, y aun menos cuando nació Seymour. Durante los acontecimientos de Final Fantasy X se habla de Seymour como un puente entre razas, alguien capaz de unir a humanos y guado, pero su pasado es, básicamente, un exilio junto a su madre para evitar una auténtica guerra civil entre su pueblo. El rechazo que sufrieron fue de lo más severo, hasta el punto que su madre decidió que la mejor opción era que su hijo, Seymour, se convirtiese en invocador y derrotase a Sin. La madre de Seymour educó a su hijo para que abrazase la muerte como vía de aceptación antes que hacerle volver a la sociedad. Si esto no es capaz de desestabilizar la mente de un pobre crío...
Quedamos en que tenemos a un Seymour jovencito exiliado junto a su madre porque los guado quieren sus cabezas. Una vez Seymour aprende las bases de un buen invocador, empieza su peregrinaje al lado de su madre. Nada relevante durante el viaje hasta su llegada a las ruinas de Zanarkand. Seymour conoce el funcionamiento de la invocación suprema, sabe que su madre va a sacrificarse para darle la fuerza necesaria para derrotar a Sin. Aquí es cuando Seymour se derrumba, cuando su madre se convierte en un orador, y el niño huye solo de vuelta a Baaj. El último hilo que unía a Seymour con el mundo de los vivos acababa de cortarse.
Durante los siguientes años, Seymour se encerró en sí mismo. Obviamente, estaba trastornado, la omnipresente muerte en todos sus recuerdos le estaba pasando factura y la única persona con quien mantenía un lazo afectivo real se había ido, reemplazada por un orador que Seymour escondió y selló en Baaj para que nadie se lo pudiese arrebatar. Está perdido y, con el tiempo, decide unirse al clero de Yevon, donde pronto se mezcla con las altas esferas, seguramente por ser el hijo de Jyscal, quien propagó y difundió el dogma entre los guado. Aquí es cuando los más altos cargos, como el venerable Mika, le enseñan e inculcan su forma de ver la situación de Spira, la asimilación de la muerte como la liberación... Al fin y al cabo, algunos de ellos son auténticos espíritus errantes. Y Seymour empieza a unir conceptos, empieza a ligar su pasado desolador con ese concepto de la muerte liberadora; decide que la muerte absoluta es el destino al que se debe llegar para solventar los males de la vida y de la propia Spira.
♪♫ Ay ho, ay ho, vamos a pasear. ♪♫ |
Ya sabemos qué es lo que quiere Seymour: sustituir la vida de toda Spira por muerte. Pero, ¿cómo planea hacerlo? Teniendo en cuenta todos los conocimientos del clero, no es de extrañar que Seymour descubra que el orador utilizado para invocar al eón supremo se convierta en el nuevo Sin, y aquí es donde su gran plan nace: si Seymour logra ser el nuevo Sin, podrá arrasar Spira sin impedimentos. Así pues, su objetivo es convertirse en orador, por lo que precisa de un invocador dispuesto a ello. Seymour va escalando posiciones en el clero y ganando confianzas e influencias, con el asesinato de su padre, Jyscal, de por medio cuando éste descubre los verdaderos planes de su hijo. Y en un cierto momento, Yuna aparece, y Seymour ve aquí su mayor oportunidad, pues si convence a Yuna para que lo acepte como guardián y lo convierta finalmente en orador, su transformación en Sin será un hecho. Es entonces cuando Seymour le propone matrimonio.
Invocar EVAs >>> Fabricar EVAs |
Sin embargo, Seymour no contaba con que Yuna descubriera sus planes. Ella y sus guardianes lo enfrentan y lo vencen. Seymour muere... Espera, Seymour invoca a Ánima durante el combate y no le pasa nada, la llama también en Lucca y, sin embargo, no muere. ¿No es Ánima su eón supremo? ¿No mueren los invocadores cuando lo llaman para enfrentarse a Sin? En realidad, el invocador muere cuando Yu Yevon, el núcleo dentro de Sin, posee a la invocación, lo cual explica que Seymour siguiese vivo aun habiendo llamado a su eón supremo; si no fuese así, los invocadores nunca podrían derrotar a Sin, ya que al morir el invocador desaparece también su eón. La cuestión es que Seymour muere en el templo de Macalania... Y reaparece en Bevelle.
Sus planes se torcieron y Seymour quiso vengarse de los protagonistas. Aprovechando su nuevo estatus de muerto y sus ansias de poder, absorbe almas y lucilos para incrementar sus fuerzas. Durante un buen tramo, su único objetivo es acabar con nosotros mientras va pensando una alternativa para su plan de dar descanso a Spira, una alternativa que se le presenta cuando entramos en el interior de Sin. Ya que no puede convertirse en un orador... ¿Por qué no intentar dominar a Sin desde el corazón de la misma bestia? Él mismo juega con el factor de estar muerto, sabe y afirma que, al no envejecer, tarde o temprano aprenderá como controlarlo. Pero, esta vez si, los planes de Seymour se acabaron con una última derrota y el envío que lo destierra definitivamente al Etéreo.
¡Eh, y muere en la cruz! ¡Y resucita tres días después! Y tres veces, además. |
Y esa es la historia de Seymour, un personaje que de haber contado mejor su backstory (y no ponerle esas pintas de drag queen pasada de opio) quizás estaría considerado como el nuevo Sephiroth, o tal vez como uno de los personajes más trágicos de la saga Final Fantasy en un título donde la muerte y el autosacrificio son el pan de cada día.
O eso o los jugadores seguirían diciendo que no es más que un gordo con complejo de Team Rocket, quién sabe. ¡Gamers! Y eso ha sido todo por hoy, no os perdáis la semana que viene nuestro especial sobre el pasado de Atenea, de la saga God of War, como operadora de telemarketing. ¡Hasta el próximo programa!
Acerca de Anti
sigue siendo inmune a las Death Note. Estudiante de
ingeniería industrial, gamer, amante y gamer otra vez,
tiene la ridícula esperanza de que alguien en alguna parte
se fije en sus textos. Quiere dominar el mundo para poder
destruirlo sin impedimentos.
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