Todos hemos vivido la misma historia de esperanza y desengaño con Sonic, cada nuevo anuncio prometía ser la nueva maravilla del erizo y se quedaba en poco más que un runner con buena música. Tampoco seamos injustos, pues Sonic Generations era más que decente, Lost World es un plataformas de notable y Colours sorprendió muy para bien; incluso la mitad tradicional de Unleashed tiene genuina calidad, pero casi siempre terminaba en un quiero y no puedo. Ahora bien, con las entregas bidimensionales, Sega no ha dado ni una desde Megadrive —a excepción de Sonic Advance 2 y 3— y ya muchos dábamos ese formato por perdido.
Pero un buen día, un tal Christian Whitehead y su panda de amigotes, encargados de varios ports de Sega, hicieron un prototipo llamado Sonic Discovery, se lo mostraron al productor de la saga y, sorpresa sorpresa, le gustó, así que decidieron hacer de ese proyecto algo oficial y rebautizarlo como Sonic Mania, un juego hecho con pasión por fans de la mascota de Sega. Cuando todo esto se hizo público y se hizo el anuncio, los jugadores estábamos, por primera vez en mucho tiempo, verdaderamente entusiasmados por una nueva entrega de Sonic.
Sonic Mania ha cumplido con su promesa, es un plataformas de la vieja escuela que aprovecha la evolución, la experiencia y la tecnología de la actualidad, siempre fiel a la filosofía de los 16 bits. Tiene sus niveles con múltiples caminos, secretos, fases de bonificación, jefes con sabor añejo... Un delicadísimo equilibrio entre los elementos clásicos e innovaciones más bien sutiles.
Hay mundos viejos reinterpretados y mundos completamente nuevos, siempre con dos niveles y sus respectivos jefes. Los mundos viejos siguen siempre la misma idea: un primer nivel que puede parecer igual al original, pero que realmente esconde variaciones muy importantes en su estructura y nuevos caminos para afrontarlo, y un segundo nivel con esquema y mecánicas inéditos. Para el ojo inexperto puede parecer que el conjunto es un refrito, poco más que un remake glorificado, pero quien haya jugado a las anteriores entregas tendrá claro desde el minuto uno que no son sino grandes homenajes con muchas sorpresas.
El diseño de niveles es de enormísima calidad y se aleja de la gran mentira de la Sega moderna: que los juegos de Sonic van de ir rápido. Puede sonar extraño después de tanto tiempo oyendo este concepto día y noche, pero basta una partida a Sonic the Hedgehog 2 para descubrir que la velocidad es una recompensa por jugar bien y la lentitud un castigo por fallar, pero nunca se diseñaron para poderse completar simplemente corriendo rápido hacia adelante como gracia principal. La exploración y la verticalidad son la clave, la posibilidad de afrontar los niveles por una ruta u otra y tener ojo para las paredes falsas, las plataformas escondidas y los saltos difíciles. Los enfrentamientos contra jefes merecen una mención a parte, son de los mejores del género y derrochan originalidad. Las fases de bonus, por cierto, son de las mejores de la saga.
Sonic Mania esconde un montón de guiños, secretos y modos puestos con todo el amor del mundo, pero voy a guardar silencio para no destriparos la sorpresa. La banda sonora cuenta con temas nuevos y versiones de otros clásicos, el pixel art y el estilo visual es perfecto y tanto Tails como Knuckles son jugables y ofrecen nuevos estilos de juego. Tiene la duración perfecta y una dificultad muy bien medida. Y, por si todo esto fuera poco, hay modo versus y un contrarreloj con puntuaciones online para picarse con el resto del mundo.
Nadie debería dejarse esta preciosa carta de amor sin abrir. Sonic Mania es todo lo que los más veteranos recordamos de las joyas de Megadrive, es un regreso carismático y divertidísimo que se ha sabido reinventar en la medida justa y perfecta; y si sois demasiado jóvenes para saber a qué ha venido tanto revuelo y tantos años de lamento con Sega, probad Sonic Mania y entenderéis lo que una vez significó llevar la palabra "Sonic" en el título.
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