martes, 18 de septiembre de 2018

La preservación es la clave




Odiáis los videojuegos, ¿verdad? No los valoráis, no queréis que evolucionen, no os importan lo más mínimo. Son juguetes caros que se creen más de lo que son, y eso para vosotros es solo un obstáculo. Sabéis a quien me estoy dirigiendo, sabéis que os hablo a vosotros... ¿No es así, jugadores?


Oh, no, esto no es mi enésimo texto quejándome de las políticas de las grandes compañías; a quien hoy tengo por objetivo es al propio usuario, mira tú por donde. Porque las grandes compañías están para hacer dinero, existen porque han sabido aprovechar un filón económico, son negocios y su principal meta es y será siempre el dinero. Esto no significa que tengan carta blanca para hacer lo que les dé la gana, nosotros como clientes debemos exigir una mínima ética con el consumidor. Creo que, en los videojuegos, existe este respeto hacia el jugador en mayor o menor grado, pero los malos ejemplos son tan sonados que ahogan todos los demás.


Pasó con los season pass, pasó con el online de pago y volverá a pasar con tantas otras cosas: las empresas se inventan la forma de sacar mayor tajada del consumidor, pero es este quien lo tolera.


Lo toleran ellos.


Lo toleras tú.


Lo tolero yo.


Porque estamos atrapados. Me pasé una generación y media sin comprar ni un pase de temporada y los DLCs me acosan tanto como a cualquier otro. Muchos usuarios se negaron a pagar por jugar online y el sistema no hace más que expandirse y encarecerse. Acabas pasando por el aro, no hay más remedio, porque es eso o limitarte una parte demasiado importante de lo que te puede ofrecer este medio. Estas cosas se normalizan, del mismo modo que ya hemos normalizado los dispositivos inteligentes en nuestra vida diaria o que ciertas corporaciones nos espíen. En general, somos muy conformistas. Protestar contra estos problemas no significa sumirnos en la tecnofobia, sino ser crítico y valorar cuándo se hace un buen uso y cuando un abuso.


Sin embargo, lo que me preocupa no es tanto el trato hacia el jugador, sino hacia el propio medio. Un vendedor hará lo que más venda, eso es de primero de marketing, pero nosotros no jugamos a simples productos, sino a obras con un contexto, un significado y un valor artístico. No se las respeta como tal, y su pasado se ningunea.




Este texto nace del cierre de Emuparadise por parte de Nintendo, y se lo dedico a todos aquellos que les da igual.








Una vez al año, desempolvo mi lista de películas favoritas, me voy a la tienda más cercana y compro cuatro o cinco para añadirlas a mi videoteca. No tienen por qué ser grandes obras; lo importante es lo que yo las he disfrutado, que me hayan hecho reír o emocionarme, aunque sean cintas consideradas mediocres u olvidables por público y crítica. Logan, El Renacido y Your Name coexisten con Alien, Perfect Blue y Mars Attacks en una misma estantería. Casino Royale, La Naranja Mecánica, One Punch Man, Mad Max, Ratatouille... Y pronto espero añadir nombres como El Padrino, Apocalypse Now o Depredador.


También puedo alquilar películas y series en videoclubs físicos o digitales, y los servicios de streaming son una gran opción para muchos de nosotros. Hacía tiempo que tenía pendiente The Clone Wars, pero es gracias a Netflix que por fin me he decidido a mirarla. Siempre habrá obras concretas difíciles de encontrar, incluso perdidas definitivamente, pero son una minoría y hay organizaciones encargadas de su recuperación y restauración.


Ahora, os propongo un experimento: id a un centro comercial y comprad un Terranigma, o buscad un sistema de alquiler o streaming que lo ofrezca. Apuesto a que ninguno de vosotros hará el esfuerzo —ni el disparate— de calzarse, coger la cartera y preguntar al dependiente de turno si les queda alguna copia sin alquilar o vender. Terranigma es uno de esos juegos que no han aparecido en ninguna consola virtual ni han tenido ningún port o remake, pero se lo considera un JRPG que todo aficionado al género debería probar. ¿Os imagináis ser amantes del cine de acción moderno y no poder ver Terminator 2? Pues hace veinte años que títulos como Hagane han desaparecido. 








Formamos parte de una comunidad inmadura, de un medio cultural y artístico subyugado al más ferviente consumismo. Me entristece ver lo poco que se valora aquello que tanto nos apasiona, especialmente cuando se ignora y destruye su pasado. A las compañías les da igual que todo título con más de diez años de antigüedad desaparezca, están aquí para obtener beneficios con los nuevos lanzamientos y es una política perfectamente válida, aunque su aplicación no sea igualmente ética. Que una empresa tome acciones legales contra aquellos que distribuyen sus bienes sin permiso es lo más normal y comprensible del mundo. Sin embargo, mientras no haya una correcta preservación de esas obras prohibidas y una forma de acceder a ellas, los videojuegos serán incapaces de crecer como arte.


Todos tenemos claro el valor de una pintura o escultura de la Edad Media, de una fachada modernista o de una reflexión filosófica de la Antigua Grecia. El Nacimiento de Venus de Botticelli fue pintado hace más de quinientos años, pero gracias a la tecnología lo tenemos más cerca y accesible que nunca, pudiendo apreciar hasta las grietas de su pintura con un solo clic. Lo mismo pasa con los cuadros de colecciones privadas, todos tenemos medios para contemplarlos libremente. Ahora bien, por más que un Picasso tenga un propietario y no lo exhiba en público, sería incompresible que obligara a borrar todo rastro de ese arte y prohibiera su difusión, porque forma parte de la historia. Salvando las distancias, esto es lo que está pasando hoy en día con los videojuegos.







"Pero la compañía X es dueña de sus juegos y puede hacer lo que le plazca."


Y por ello les debemos exigir responsabilidades. ¿Consideramos los videojuegos arte u obras con valor cultural? Si la respuesta es "sí", entonces su pasado es tan importante como su futuro y debemos defenderlo. Permitir que se borre todo rastro de un videojuego sin una forma legítima de acceder a él, únicamente por el mero hecho de vetar su acceso, solo sirve para enterrar títulos en el olvido. No todo está en Internet, ni lo estará si seguimos así. Por poner un ejemplo, el juego Labyrinthe se consideraba perdido hasta hace poco más de dos meses. No se podía comprar, no se podía descargar e incluso se cuestionaba si llegó a lanzarse realmente. Poco a poco, más títulos se van sumando a esta fúnebre lista, e incluso los grandes nombres pueden acabar un día en ella: sin ir más lejos, Square Enix ha perdido el código de Final Fantasy VIII, por eso no lo están relanzando junto a las otras entregas de la saga.


¿Conocéis Nosferatu? Está considerada una de las cintas más influyentes del cine de terror, pero en su momento se ordenó su destrucción por considerarse una adaptación ilegal del Drácula de Bram Stoker; por suerte, se encontraron algunas copias que sobrevivieron al desastre. En el cine, existen organizaciones, grupos y expertos dedicados a la recuperación y preservación de películas tanto actuales como pasadas, y es gracias a ellos que muchos títulos han llegado a nuestros días. En los videojuegos, lo más parecido que tenemos a esto es la Video Game History Foundation, pero su labor es titánica y de nada servirá si no hay un apoyo por parte de las empresas; además, seguimos con el problema de la accesibilidad. Nos vemos con pocas opciones fuera de lo ilegal, con consolas virtuales escuetas y de vida corta. De los 721 juegos de SNES lanzados en América del Norte, solo 74 llegaron a estar disponibles en Wii, 51 en Wii U, y la primera ya ni siquiera existe. Esto no es preservación ni accesibilidad. Además, los derechos de los videojuegos son un tema turbulento, hay creativos y desarrolladoras que ni siquiera saben quién tiene los derechos de los juegos que crearon hace treinta años. Sumemos obstáculos como los DRM, que tarde o temprano acaban por inutilizar sus juegos, y nos queda un futuro la mar de complejo. Os recomiendo el documental GOG: Preserving Gaming's Past & Future sobre cómo trabaja Good Old Games con la preservación, recuperación y publicación de juegos antiguos.







¿Qué podemos hacer para combatir este problema? ¿Cómo debemos actuar para dignificar el pasado de los videojuegos? No tengo una solución mágica, ni siquiera sé qué rumbo de acción se debe tomar para empezar a avanzar en la buena dirección, pero me parece de suma importancia concienciar sobre este problema. Hay pequeños pasos que podemos seguir, como comprar en plataformas sin sistemas DRM, pero no tenemos un remedio a nuestro alcance. Podéis hacer difusión de artículos y reportajes sobre la importancia de la conservación, podéis donar a un grupo dedicado a la preservación, podéis intentar bajar una buena biblioteca de juegos retro y tenerla protegida por si las moscas... Es el típico caso en el que las pequeñas acciones son lo que acabarán marcando la diferencia. Simplemente recordad que, cuando una página de roms y emuladores cierra, sucede algo más que la simple clausura de una web.








Acerca de Anti

Ingeniero catalán aficionado a calcular por qué
tu juego favorito no cumple las leyes de la física.
En los fightings coge a los que dan abrazos.


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