domingo, 9 de octubre de 2016

Crónica de Barcelona Games World

Barcelona Games World se ha estrenado este año en la capital catalana con un evento a lo grande: pabellones a rebosar, competiciones, muchos juegos, invitados de lujo... Y allí estaba yo el sábado para ser testigo de todo ello. ¿Os cuento cómo fue?




Como viene siendo costumbre en este tipo de citas, la cola para entrar superaba fácilmente las dos horas; suerte que íbamos en grupo y la compañía ameniza la espera. A toda prisa logramos entrar a tiempo en el recinto para el torneo de Puzzle Bubble de PixelsMansion, con participantes y organizadores muy majos dispuestos a echarnos de la competición a la primera eliminatoria, que es lo máximo que aguantamos antes de ser derrotados todos. ¡Eso sí, nos dieron una figura-dibujo-cosa de Mario en plan pixelado bidimensional la mar de chulo! Además, así lo primero que vimos fue toda la zona retro, un piso entero de MSX, recreativas y clasicazos... Pero a esto volveremos luego.



Aplastados como pobres novatos, nos hemos ido a echar un vistazo a la organización general de la feria: hay un pabellón con Xbox y PC, otro con Nintendo y Bandai Namco, uno para Sony y GAME, otro para el mundo indie y un piso entero para el retro y el evento de RetroBarcelona. Por supuesto, se pueden encontrar tiendas de merchandising repartidas por todas las secciones. También tenían montado un escenario en el exterior, pero solo lo he visto con actividad cuando han hecho una previa del concierto de Zelda. Ah, bueno, y me dejo los escenarios interiores para los e-sports, pero tenía interés cero en ellos y no sé ni cuantos había. A parte de las competiciones, lo menos llamativo es la sección de desarrolladores independientes.


El recinto es grande y con esta vuelta inicial hacemos la mañana, así que decidimos ir a comer algo, pero no sin antes catar el prometedor Cuphead, que resulta incluso más vistoso en vivo. Así pues, bocatas para unos, fideos para otros. Como es de esperar, los precios son altos y hay cola para todos los servicios de comida, máquinas expendedoras incluidas. Saciados, nos vamos a por Horizon Zero Dawn, que se le tienen ganas. Por supuesto, hay cola, mucha, pero es uno de los juegos estrella y es comprensible, así que nos lo tomamos con filosofía y vamos rotando quien se queda en la cola mientras los demás dan vueltas por ahí. Es el momento de probar el Tekken 7, donde hay tantos ordenadores y consolas preparados que no hay que esperar ni un minuto para encontrarte alguno libre. Tiene pintaza, las cosas como son, y no hablo solo de su nivel gráfico: derrocha la calidad esperada por cualquier entrega grande de la saga, y la inclusión de Akuma en el plantel nos permite probar de primera mano lo bien que se pueden adaptar los personajes de Street Fighter a las mecánicas de Tekken. Nos quedaríamos más, pero tenemos a un amigo sacrificándose a la espera de probar lo último de Guerrilla.



Como la cola sigue siendo interminablemente larga, cambiamos de guardián y vamos a por el Gears of War 4, pero ahí también hay una buena lista de espera y nos decantamos por la PlayStation VR, ese juguetito con el que todos queremos trastear... Hasta que nos dicen que no podemos jugar. Una azafato nos informa de que para poder jugar deberíamos haber pedido hora vía web hace días, algo de lo que en ningún momento se nos avisó y que no costaría nada haber notificado al comprar la entrada. Aquí, el cabreo fue importante. Una de las mayores novedades del evento estaba reservado solo para aquellos que se habían enterado vete a saber cómo y habían pedido cita previa, mientras que los visitantes corrientes nos quedamos viendo con cara de tontos cómo los afortunados hacían el chimpancé moviéndose con esas luces en la cabeza.


Otra vez todos en la fila para el Horizon, pero nos percatamos de que seguimos exactamente en el mismo punto. ¿Qué pasa? Después de interrogar a la pareja de los primeros puestos, lo descubrimos: se entra en tandas de doce personas y se ofrecen veinte minutos de juego, así que las 88 personas de delante nuestro implican unas dos horas y media más de espera si todo va coordinado como un reloj, que no es el caso. Nos despedimos de esos dos jovencitos que llevan esperando desde las once de la mañana, nos reímos por no llorar y regalamos nuestro puesto en la cola a alguien sin mejores cosas que hacer que perder la tarde entera ahí de pie. ¿Donde nos podríamos dirigir para fingir que no hemos perdido una hora en una cola que al final hemos abandonado? ¿Al Resident Evil VII? No, que aún está peor. ¿A la zona Nintendo? Para nada, ni siquiera está el nuevo Zelda. ¿A repetir en el Tekken? No, mejor probar algo nuevo. Solución: nos separamos y unos se quedan en la zona de MSI mientras los demás nos desperdigamos por los pabellones. Como es hora del torneo de Tekken 3, vuelvo al piso de RetroBarcelona.



Da igual que me hayan dado la paliza padre en el Tekken 3, me ha servido de excusa para subir ya a la zona retro y quedarme allí el resto de la tarde, porque RetroBarcelona es lo mejor de la Barcelona Games World. ¿Os imagináis una nave industrial repleta de NES, Master System, Color-TV Game, Spectrum, NeoGeo y un montón de recreativas por todos lados? Pues eso era lo que me encontré. Da igual si estás metido en este mundillo o si conoces poco más que League of Legends, algo encontrarás aquí que te enamore, y si eres de los que disfrutan rememorando los mejores años de los arcades no vas a dar abasto: había un Pong de los que se juegan rotando un potenciómetro, había un Street Fighter III en pantalla gigantes, recreativas de Pac-Man, Donkey Kong y NBA Jam... De todo, absolutamente de todo. ¡Incluso había una Virtual Boy! Probarla fue la mar de curioso, tenía puesto un matamarcianos en el que debías controlar también el nivel de profundidad o lejanía gracias al 3D quema-retinas de la máquina. Oh, pero para quema-retinas, la Vectrex, que su pantalla tan peculiar funcionaba de tal forma que mostraba los elementos como si de luces se tratasen, como si fuesen pequeñas bombillas blancas... Muy extraño, todo, y me alegro de haber podido experimentar por fin estas antiguas maravillas. Rarezas a parte, Point Blank sigue siendo tan loco como lo recordaba, y la máquina de After Burner con palanca tipo control de caza aéreo es auténtica adrenalina, sin darme cuenta estaba inclinándome más yo con la cabeza que el avión esquivando misiles. También le di un poco a DoDonPachi y al Ghosts'n'Goblins, dos joyas con muertes aseguradas.



Estaba disfrutando como el niño que aun soy, y eso que aún faltaba la guinda para redondear la tarde. La última hora la pasé en las mesas de Retroscroll, donde la buena de Rokuso3 tiene la parada montada. Y ahí, dos tareas sumamente importantes por hacer: la primera, participar en la competición de Metropolis Street Racer; la segunda, jugar al Dariusburst CS. La carrera ha sido... accidentada. ¿Salidas de pista? ¿Choques y pinchazos? No, mejor... He roto el juego. Se ha puesto la pantalla marrón, me ha felicitado por coger bien una curva y he alcanzado una velocidad de varios miles de millones de millar por hora... negativas. Los organizadores se han puesto a hacer fotos mientras yo lloraba por dentro por haberle hecho algo tan feo a una Dreamcast. Pero luego vino el Dariusburst CS, llegó la partida al rey de los shoot'em up con Rokuso, llegó nuestra hora de aniquilar a los alienígenas hostiles como los pilotos de élite que somos. ¡Qué momento! Este juego es espectacular, pero cuando aúnas fuerzas con una verdadera apasionada del título, todo lo bueno asciende exponencialmente. Counter burst múltiple, burst conjunto arrasando con todo, enemigos gigantes cayendo como moscas... Ha sido estupendo poder gozar de esto en tan buena compañía.



Un abrazo, una despedida y hasta el año que viene. Adiós, RetroBarcelona; adiós, Barcelona Games Week; espero volver a veros a ambos en vuestra próxima edición.










Acerca de Anti

Su nombre real es Albert, pero como no tenéis ninguna foto
sigue siendo inmune las Death Note. Estudiante de
ingeniería industrial, gamer, amante y gamer otra vez,
tiene la ridícula esperanza de que alguien en alguna parte
se fije en sus textos. Quiere dominar el mundo para poder
destruirlo sin impedimentos.

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