martes, 24 de febrero de 2015
Duck Wars: FINAL
Esto es extraño. Durante toda la semana en la cual he tenido al pato encerrado misteriosos avistamientos han tenido lugar en los alrededores de mi residencia.
Al principio parecían eventos aislados fácilmente atribuibles a que vivo en el medio del monte y que la mayoría de mis vecinos tienen animales, pero esto empieza a darme miedo.
El último y con diferencia más perturbador de todos ocurrió esta tarde, mientras daba mi típico paseo por la zona para saludar al personal.
Los problemas empezaron en la entrada, lugar donde me esperaban estas dos extrañas, las cuales no atacaron pero mantuvieron en todo momento el contacto visual excepto cuando saqué la cámara, claro síntoma de amenaza encubierta donde pretendes que la víctima comprenda su destino sin tener que usar la palabra.
Ligeramente acobardado huí, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando, unos pocos metros más adelante…
…otra cabra me estaba esperando.
Y luego otra.
Y después una más.
Desconozco cuantas eran en total, pero no recorría 50 metros sin que una de ellas estuviera en la vera del camino vigilando atentamente mis movimientos.
Soy un hombre valiente, pero sé cuando alguien con más poder que yo me tiene en su punto de mira, así que usé todas mis dotes de sigilo para despistarlos y salir de su radio de acción.
Y lo hice.
Lamentablemente fue entonces cuando noté que no había nadie a mi alrededor que pudiera salvarme si fuese atacado justo en ese momento.
Como siempre, mi instinto me salvó la vida. Apenas me di cuenta de eso inicié una retirada táctica a la foresta, momento en que escuché un motor y un coche desconocido se dedicó a dar vueltas por la zona donde yo estaba hasta hacía unos instantes.
Era una trampa, y estuve a punto de caer en ella.
Qué poco podía imaginar que todo formaba parte de un complot incluso mayor.
El bosque parecía (y era) peligroso, pero en aquel momento suponía mi mejor opción.
De vez en cuando oía sonidos extraños y me ocultaba entre el follaje de la rivera hasta que el silencio volvía al lugar, desplazándome en pequeños trayectos y siempre temiendo por mi vida.
Sabía que no sería de gran ayuda, mas no por ello deseché la potencial utilidad de un arma cuerpo a cuerpo como podía ser una rama rota. No llegué a utilizarla contra nada con vida, pero su mera presencia alivió sobremanera el peso de mi corazón.
Finalmente llegué al claro y todo cobró sentido de una manera aterradora.
Allí estábamos, él y yo, mirándonos fijamente cuando todas las piezas encajaron.
Las cabras son un símbolo del diablo.
El pato es un ente diabólico.
Todo esto es una gran mafia.
Atentos.
El pato es su informante que controla el terreno desde el aire.
Las cabras los matones que me están amenazando por retener a su subordinado.
Y el caballo que vive en el núcleo del bosque es el líder que controla todo desde las sombras.
¿Hasta donde llegará su poder?
¿Estarán las águilas de los montes compinchadas?
¿Los jabalíes de las montañas?
¿Los lobos que escucho por las noches desde mi habitación?
Es demasiado para mí.
No puedo enfrentarme a algo tan grande.
Han ganado. He perdido.
Debo huir como sea de aquí.
Corrí desesperadamente por todo el bosque sin mirar atrás notando en todo momento cómo los animales me vigilaban. Acaban de enviarme un mensaje muy claro y no sería yo quien les llevaría la contraria.
Una vez llegué a la civilización, supe cual debía ser mi siguiente movimiento y, tras apropiarme de un vehículo, volví a casa a toda velocidad.
Allí estaba.
Grandísimo hijo de puta, lo tenía todo planeado.
¿Para qué iba a hablar? Sabía que más pronto que tarde sus jefes le salvarían.
Ojalá pudiera matarle.
Fue rápido y limpio, entrar y salir. Abrí la verja que lo retenía, lo agarré con todo el valor que puede reunir y lo arrojé directo a la finca de mi vecina, más concretamente a la zona junto a sus gallinas.
Dudo que pueda distinguirlo.
Y así fue como terminó todo.
Sin venganza, sin victoria y sin honor, pero al menos con vida.
El pato ya no está en mi piscina, pero tampoco he podido castigarle por todo el mal que ha producido en el mundo.
Al menos no volveré a verlo nunca y podré vivir el resto de mis días en paz.
¿O tal vez no?
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