Morirse no es agradable, nunca lo es, pero es necesario. No recuerdo como empezó todo esto ni como llegué aquí, pero sí estoy seguro de que empezó con mi muerte y siguió con más muerte. Y en un calabozo, empezó en un calabozo, en un castillo que había vivido tiempos mejores; mejor dicho, en un castillo que ahora ya ni vivía. La puerta abierta, una espada quebrada, enciendo un fuego en una hoguera apagada. Salgo al patio y un hachazo de algo que no he llegado a ver me atina. No importa, solo es una muerte más. Esta vez estaré preparado, la trampa ya no será inesperada, no es difícil de evitar. Se postra el gigantesco portador del arma ante mí, casi encajonado en esa zona abierta por su enormidad, y alzo mi acero. Sed de venganza, que dicen; ganas de ser pisoteado, que deberían decir. Muerto.
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lunes, 17 de marzo de 2014
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