La decadencia me conmueve. Los últimos latidos de un mundo corrompido, los reflejos de un pasado brillante casi olvidado, la asfixia de encontrarte con formas de vida ruinosas que deberían haber desaparecido silenciosamente hace eones... Siembran en mí una mezcla de repulsión, miedo a lo desconocido y curiosidad morbosa. Son ambientes melancólicos y deprimentes, pero estimulan la imaginación insinuando cómo debía ser todo aquello en su época de esplendor.
¿Cómo no iba a enamorarme de un planeta engullido por un tumor que intoxica hasta las propias leyes de la física?