Cuando Raquel me envió su Play Station 4 decidí estrenarla con Uncharted 4 para ver qué tal funciona uno de los juegos más gráficamente tochos de la pasada generación, y me pareció... un coñazo. Es más, no logré terminar el prólogo en la lancha y pese a estar ya en ABRIL no tuve ni por un solo instante la tentación de retomar ese juego. A mayores, cuando jugué el primer The Last of Us me sentí super desconectado a todos los niveles. Sí, considero su última cutscene uno de los cierres más poderosos y duros que he visto, pero el juego en sí... pues como que me dio muy igual y no conecté con ella en casi ningún momento, deseando en varios puntos que se acabase de una maldita vez.
Teniendo esto en mente, creo que comprenderéis hasta qué punto me sorprende no solo lo mucho que me ha gustado The Last of Us Parte 2, sino que además sea éste el juego con el que vuelva a escribir un texto específico tras dos años con el blog cerrado.
Y que además me genere unos sentimientos tan contradictorios.