martes, 30 de diciembre de 2014

Bayonetta 2


Y finalmente allí está ella. Aunque en su momento vuestro amor había sido indomable, poco a poco los diversos roces del día a día fueron distanciándoos, lo que sumado a las nuevas responsabilidades y las diversas mudanzas acabó pasando demasiada factura a vuestra relación. "No pasa nada", le dijiste, "siempre podemos seguir siendo amigos y quedar de vez en cuando". Cumpliste tu palabra, eso nadie te lo puede reprochar, y cada uno de vuestros encuentros fue digno de mención, pero incluso estos fueron espaciándose cada vez más en el tiempo hasta que poco a poco ella pasó a formar parte de tu pasado.

Hasta aquel día.

La noticia te pilló bastante por sorpresa. "¿En serio vas a trabajar con Él? ¡Pero si es un capullo! Sabes tan bien como yo que solo le interesa la pasta y explota a sus trabajadores como nadie en el sector. Además, eso está incluso más lejos que antes, ¿¡cómo demonios vamos a seguir viéndonos!?" Sabías la respuesta antes incluso de que te la dijera, pero eso no hizo que doliera menos oírla salir de sus labios.

"Siempre puedes venirte a vivir conmigo".

No. Nunca. Jamás. Sabes que era su única opción y no puedes culparla por hacer lo que es mejor para ella, pero tus principios te impidieron aceptar su oferta. "No" respondiste, "haz lo que sea mejor para ti. Te deseo lo mejor, pero no volveremos a vernos. Esto es un adiós, Cereza". Ver cómo se alejaba era una de las cosas más duras que jamás has hecho, pero sin embargo no eras quién para impedirle cumplir sus sueños. Ella tenía más talento que cualquier otra persona que jamás hubieras conocido, y tú no eras nadie para negarle su última esperanza de brillar, así que intentando contener el llanto te marchaste sin darle tiempo a responder.


Y pasan los días, y al cabo de un tiempo estos se convierten en meses e incluso años. Durante todo ese tiempo no puedes evitar leer diversas noticias sobre cómo su proyecto avanza cada vez más y rezas con toda tu alma para que suponga un hito en la industria, pero en el fondo tienes la certeza de otra vez fracasará y que solo unos pocos sabrán apreciar su auténtico arte. Poco a poco se acerca la fecha límite y temes el inminente batacazo, pero contra todo pronostico las primeras reseñas resultan extraordinariamente positivas. Sorprendido, ves que esta vez no solo los medios especializados, sino que prácticamente todo el público comienza a darse cuenta de lo muchísimo que vale en realidad, y aunque siga sin ser el proyecto más exitoso de su generación sí adquiere los reconocimientos que toda su vida llevaba esperando.

Y tú, mientras tanto, lo observas todos desde lejos con una mezcla de orgullo y lástima en el corazón.


Es solo cuestión de tiempo que suceda lo inevitable, y para cuando tus primeros amigos comienzan a hablar de su victoria crees que podrás soportarlo, pero nada más lejos de la realidad. Cada palabra amable, cada elogio a su magnificencia, cada diminuta gota de adulación supone otro pequeño puñal a tu orgullo, el cual cada vez flaquea más en su afán por no colaborar "con Él".

"Vamos" dice una vocecita en tu cabeza. "Todo el mundo sabe que has contruibuído económicamente a su proyecto. ¿Por qué diablos no ibas a disfrutar de él como todos?

"Por principios", le replicas. "Él no se lo merece".

"¿Y acaso no os merecéis el uno al otro?"

No sabes qué responder a eso.



Y, entonces, sucede lo impensable. Un 25 de diciembre te encuentras con una sorpresa inesperada y descubres que tus amigos y familiares lo han organizado todo para que podáis reencontraros. "No seas imbécil, quieras o no ya lo hemos preparado todo y Él se ha llevado su parte, no habiendo nada que puedas hacer para evitarlo. ¿En serio vas a seguir negándote a verla ahora que ya está todo listo?"

Y finalmente allí está Ella. Alta, esbelta, majestuosa. El tiempo no ha pasado en vano, mas en lugar de estropear sus virtudes las potenció como si de un buen vino se tratara. Cualquier pequeño defecto heredado de su por aquel entonces reciente juventud se había convertido en otro triunfo de la edad adulta. La recordabas como una Reina, mas lo que ahora se alza ante ti no es otra cosa que una Diosa.

Anonadado como estabas ante su nueva belleza, fue ella quien tomó la delantera y decidió recordarte por qué la habías convertido en tu Valquiria. Un beso por aquí, una caricia por allá, una sonrisa sincera en el momento oportuno... si alguna vez existió una forma perfecta de retomar una relación fue sin duda esa.

El camino al dormitorio fue rápido y certero, retomando las viejas costumbres en nada y arrancándoos la ropa a bocados. Fue entonces cuando empezaste a sospechar que algo iba mal.

Su cuerpo estaba bien ("¿Bien? Diablos, es perfecta"), y ella también quería eso mismo. ¿Donde estaba el problema? 

"Es demasiado fácil".

Fue cuestión de llegar y besar el Santo. ¿Y el reto? ¿Y la magia de la victoria? ¿Cual es el placer de la conquista si el otro se rinde antes de tiempo? Es cierto que ella también deseaba llegar al final, pero... ¿desde cuando tu poderosa Amazona se dejaba montar tan fácilmente? ¿Acaso los años de separación la habían oxidado?

Asustado comienzas a recular, llenándose tu cabeza de negros pensamientos capaces de destrozar vuestro reencuentro. "¿Y si ya no es lo que era? ¿Habré cometido un error? ¿Cómo voy a mirarles a la cara y decirles "Gracias por el esfuerzo pero creo que no quiero volver a verla"?

Pero ella lo nota. Se da cuenta de que algo va mal y, antes incluso de que puedas pensar en una forma de escapar, decide demostrarte que el tiempo no solo ha mejorado su físico. Sí, ninguno de los dos puede negar que el reto había desaparecido, pero hay más formas de disfrutar que mediante vuestro tira y afloja habitual. Así y con mucho cuidado comienza a enseñarte todo lo que ha aprendido, tanto sus nuevos secretos como lo mucho que ha mejorado en todo lo que ya sabía hacer.

Y lo gozas. Y disfrutas. Y lágrimas de felicidad recorren tu rostro al saber que tu Diosa ha trascendido la divinidad y que nunca podrás olvidar este momento.


Aún así, tarde o temprano todo lo bueno debe terminar, y eso es algo que los dos sabéis. Conforme ambos ralláis el Clímax abandonas más y más tu cuerpo dispuesto a una experiencia Infinita, pero segundos antes de la felicidad ocurre lo indecible: ella te agarra con todas sus fuerzas para detenerte y, mirándote a los ojos, te pide que le digas que la quieres.

Sobran las palabras. El tiempo os ha hecho madurar de formas diferentes, llegando incluso a tener distintos puntos de vista al respecto del amor. Tú, con tu recuerdo intacto de vuestra primera vez, creías que esto sería un summun de placer cuyo único límite serían vuestras fuerzas. Ella, quizá más sabia, quizás más ingenua, consideraba que la fuerza no lo es todo y que en ocasiones los actos no son suficientes para transmitir lo que realmente importa.

Mientras os vestís no hay nada que decir. Ambos sabéis que este solo ha sido el primero de un sin fin de encuentros y que sin duda en el futuro disfrutaréis tanto o más que las veces anteriores, pero resulta obvio que la distancia os ha hecho ver las cosas de formas demasiado diferentes y que, por mucho tiempo que pase, nada podrá arreglar que a la hora de vuestro reencuentro la química no estuviera a la altura de las circunstancias.

NOTA: 9

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