jueves, 14 de mayo de 2015

La psicología es lo de menos


No recuerdo cómo empecé la carrera. Probablemente fue con un chaval aterrorizado por lo que le esperaba, desorientado en una ciudad totalmente nueva para él y con la esperanza de olvidar todo su pasado y marcarse un reinicio en lo que respectaba a su vida social, pero como digo ha pasado ya demasiado tiempo. A menudo me gusta recordar mi primer día como en las películas, con un discurso lleno de esperanza por parte de algún rector con americana, coderas y barba alentándonos a luchar por lo que queremos e intentando que esta generación fuera aún mejor que la anterior.

Tristemente mentiría.

Lo que realmente recuerdo cuando tengo que pensar en primero de carrera es en Fernanda Páramo en una de sus primeras clases. Dudo que ella se acuerde de mi, pero yo recuerdo perfectamente que al poco de entrar nos soltó un contundente "No seáis unos mediocres; ya que le habéis quitado la plaza a otra persona haced al menos que valga la pena" (o al menos mi cerebro se empeña en hacerme creer que fue así). Mucha gente se sorprendió con esta afirmación e incluso le sentó mal que le dijeran algo así, llegando alguno de los aludidos a tacharla de borde o sobrada, pero creo que es una de las cosas más sinceras y útiles que jamás he oído de la boca de un profesor.

"No seáis unos mediocres."

Soy un cínico. Mis padres me han dicho muchas veces que no debería andar fardando de esto como si se tratara de una virtud, pero hoy en día forma hasta tal punto parte de mi forma de ser que me parece tontería negarlo. 

A modo de pequeño inciso, ojalá hubiésemos estudiado más temas como la teoría de los Persona de Jung. Sí, vale, a nivel práctico no tiene demasiada utilidad, pero ya puestos a dedicar recursos y tiempo al psicoanálisis de Freud y a la décima revisión de los mismos conceptos de condicionamiento operante digo yo que no habría estado de más conocer otras facetas, pues siempre he considerado fascinante la concepción del ser humano como la de un actor que se pone diferentes máscaras sociales según a quién se encuentra, llegando al punto de que estas acaben fagotizando al individuo y su auténtica personalidad se diluya entre tantas capas de falsedad.

Pero estoy divagando.

Decía que soy un cínico. No me importa mentir, aplastar o incluso torturar a alguien si es por el bien común. Si yo creo que algo es correcto haré todo lo que esté en mi mano y más allá por llevarlo a cabo, y si eso implica convertirme en el mayor cabrón habido y por haber....

...bueno. Aunque sea 70 años después me seguirán recordando, ¿no?

Me metí en la carrera porque QUERÍA ayudar a la gente. Supongo que en parte me sentía culpable por tener ya casi 18 años y no haber hecho nada de provecho por el bien común, pero fue ese día cuando finalmente algo cambió en mí. Sí, seguía queriendo ayudar a los demás, pero me di cuenta que mi mera presencia en la facultad ya estaba jodiendo a otra persona que se había quedado fuera.

¿Y si alguien con más talento que yo por culpa de un mal selectivo estaba ahora en casa buscando cualquier tontería con la que matar su tiempo mientras yo pasaba las mañanas colgando en casa con la que por aquel entonces era mi novia?

¿Y si en el fondo seguía siendo el mismo crío idiota que no acertaba en nada y que estudiaba algo que luego nunca llegara a utilizar?

Deseché todo esto y me dije que a la mierda, que este año sacaría todo notazas y que le demostraría a todo el mundo que era capaz de hacer lo que quería y que sería el mejor en lo que me había propuesto.

Y entonces llegó neurociencia.

Y suspendí.

Y al año siguiente Neurociencia Cognitiva.

Y volví a suspender.

Y en tercero me llevé conmigo Neuropsicología, Trabajo II, Comunitaria I, Psicopatología II, Tratamientos II y Comunitaria I.

Ah, y Neurociencia Cognitiva. Otra vez.

Y todas estas recuperaciones me coincidieron a tan solo una semana del B2, título de inglés en teoría equivalente a mantener una conversación fluida con otra persona en el idioma de las narices cuando apenas 3 meses antes el mero hecho de ver un vídeo sin subtítulos se me presentaba como algo simplemente absurdo.

¿Y sabéis qué?

Me rendí.



Qué pasa, ¿sorprendidos? ¿Acaso esperabais la típica chorrada sobre que nunca dejé de luchar por mis objetivos, siempre seguí adelante y que soñando soñando triunfé patinando?

Nah.

Me rendí y reevalué todo. Estaba hasta las narices de perder mi tiempo estudiando cosas irrelevantes a las que no veía sentido. Me había metido en cursos del Instituto de Formación de Formadores, ido a charlas de la biblioteca de Santiago y leído varios manuales que recomendaran los profesores simplemente porque me interesaba el tema, pero si la carrera fuera una persona le habría pegado una patada en la entrepierna y a continuación hecho la peineta.

O atropellado con el coche dos veces, lo que me coincidiera más a mano ese día.

Fue entonces cuando miré a mi alrededor y me di cuenta que había tirado la universidad por la borda. Estaba en tercero de carrera y apenas conocía a la gente de mi clase; la vida nocturna santiaguesa era ajena para mí, pues al tener pareja me pasé los dos primeros años tirado en cama con ella en lugar de salir a conocer la urbe; me había centrado tanto en la carrera y en mi novia que cuando me saturé de la primera y rompí con la segunda mi vida se convirtió en un maldito pozo de mierda del que no se me ocurría como salir. No voy a ponerme en plan víctima ni decir ahora que era el único que ha pasado alguna vez por algo similar, pero creo que no le recomendaría a nadie que pasara unos 6 meses como los que yo viví en aquella época.

Y entonces (por favor, no os riáis) todo cambió gracias a un estúpido anime. Sí, lo sé, acabo de perder cualquier ápice de seriedad y si dijera el título la mitad os descojonaríais en mi cara y la otra mitad no tendríais ni idea de lo que estoy hablando, pero no importa. Dejémoslo en que se trata de una serie donde al final dos robots gigantes se dan de hostias en el espacio y se lanzan galaxias mutuamente, todo muy maduro y metafilosófico vamos.

La serie es estúpida, pero además de ser increíblemente molona tenía razón en una cosa: Mientras sigues vivo todavía puedes luchar. Suena idiótico, lo admito, pero es una de las mayores verdades que oí en mi vida. Da igual lo jodido que estés, siempre habrá algún modo de revelarse, luchar, cambiar, seguir moviéndose y adaptarse a la situación. 

¿Que has suspendido?

Levántate y aprueba.

¿Que odias la carrera? 

Lárgate y mueve el culo para hacer algo de provecho en otra parte.

¿Te has quedado tetraplégico?

Da conferencias a favor de la eutanasia y mátate cuando tú quieras, no cuando tu cuerpo decida.

Tenía 21 años recién cumplidos y para mí estaba bien jodido, pero en realidad mis problemas eran una puta mierda. Había suspendido, sí, ¿pero y qué? Coge tus pelotas del suelo y úsalas de una vez, ponte las pilas y trabaja. 

¿Que en tercero casi no me llevaba con nadie? Me propuse que al acabar cuarto habría salido todo lo posible y tenido tantos amigos como pudiera. Sí, vale, quizás no sean los más guapos y ninguno de ellos ha aceptado (aún) participar en mi futuro golpe de estado para tomar el control de gobierno y arreglar toda la mierda que recubre este país, pero han demostrado ser de confianza y estar ahí cuando los necesitaba. ¿No tenía ni puta idea de inglés? Hoy en día leo novelas en inglés sin problemas y me miro películas sin subtítulos. ¿La carrera apestaba? Pues sí, y sigue siendo una mierda vergonzosa que no sé cómo está tan mal planteada, pero es lo de menos, porque la psicología no es ni de coña lo mismo que damos en la facultad.

La psicología es una herramienta con la que ayudamos a la gente, y aunque es imprescindible tenerla en las mejores condiciones para el día que vamos a trabajar no debería ser nunca el centro de nuestra existencia. La vida es algo demasiado corto para perder el tiempo en gilipolleces y cualquier día puede atropellarnos un maldito autobús, ¿así que cual es la importancia de un papel? 

No. Lo que importa de verdad es lo que haces con ello. La psicología es una herramienta, así que en vez de seguir dándole vueltas a los mismos 4 debates estériles sobre si es una ciencia o no deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en usarla para lo que realmente queríamos hacer con ella el día que entramos en la carrera.

Fernanda tenía razón, no debemos ser mediocres porque en el momento en que le quitamos la plaza a otro por un estúpido examen pasamos a tener una deuda con esa persona.

Pero la responsabilidad es algo más que el trabajo.

Debemos ser alguien no solo de cara a los demás sino para con nosotros mismos. Además de cuidar a los pacientes y llevar los informes al día es importante levantarnos y aprovechar cada minuto del día. La universidad ya se ha acabado y cada uno sabrá si la ha aprovechado o no, pero esto no es más que (¡al fin!) el cierre de nuestra escolarización y el inicio de lo que sea que nos apetezca hacer.

Sí, muchos ahora iréis al Master o a opositar y os pasaréis otros dos años encerrados en casa repasando apuntes día sí día también, ¿pero sabéis qué?

A la mierda. 

Mi objetivo es ayudar a la gente y lo cumpliré, pero ahora que ya tengo la herramienta necesaria yo decidiré cómo utilizarla. Aún no sé qué haré ni tampoco tengo prisa por descubrirlo, pero lo que he decidido es que si mañana me muriera de un infarto repentino miraría atrás y estaría orgulloso de lo que hecho. No de todo, eso está claro, no soy tan idiota como para no saber reconocer cuando me he equivocado, pero he decidido que desde hoy en adelante cada día será el último, así que se acabó perder el tiempo con tonterías. 

Quizás como psicólogos nos debemos a los demás, pero como personas nuestra primera responsabilidad somos nosotros mismos. No es fácil mantener un equilibrio entre ambos frentes, pero si alguien puede ese eres tú.

¿Que por qué lo digo?

Pues porque has aguantado hasta aquí escuchando mis tonterías y sabes que tengo razón y que cuando salgas por esa puerta irás a junto de la persona que te gusta y le dirás al fin lo que sientes por ella.

Porque cuando mañana te levantes darás al fin ese primer paso que siempre pospones para pasado y empezarás a hacer aquello que realmente te importa.

Porque el día que estés trabajando no darás el 100% sino el 100000% y, si por algún casual trabajas en el campo de la psicología, pasarás de burocracias y tonterías y te marcarás como meta el bienestar de tu paciente.



En el fondo la psicología es lo de menos.

Lo importante es no dejarse derrotar y demostrarle al mundo que la humanidad todavía es digna del título de especie dominante.

Y este es el discurso que nunca llegué a dar en mi graduación.

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